Hace unos días les hicimos llegar una comunicación en donde les informábamos que dentro de las actividades planificadas como directiva de padres, estaba el potenciar las «experiencias significativas» en nuestros niños en un contexto guiado y compartido con sus compañeros.
Nos referíamos con esa frase a la realización de actividades con un cariz cultural y/o social, fuera del colegio (con las debidas normas de seguridad obviamente), que les permitieran ampliar su mundo experiencial, contando con la guía de la tía Carolina que gustosa se ofreció para colaborarnos.
El mundo es amplio y diverso, lleno de experiencias maravillosas, y el cerebro y corazón de nuestros hijos son un campo fértil que debe ser sembrado de expriencias inolvidables y enriquecedoras. Es por esto que hemos pensado en algo más que simples paseos, conversamos de actividades con un significado especial para el niño y que contribuyan con su conocimiento del mundo más allá delos límites de la sala de clases.
En este sentido, comparto con ustedes un texto de Eduardo Galeano («El libro de los abrazos») y les repito la pregunta inicial, ¿hasta donde permitirás que su pequeño «fueguito» brille?.
«Un hombre del pueblo de Neguá; en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso -reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende».
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